Por más 60 años, el periodista Paul Harvey fue una voz conocida en la radio estadounidense. Seis días por semana, se lo oía decir con un estilo original: «Ya sabes cuál es la noticia; en un minuto, oirás el resto de la historia». Tras una breve publicidad, contaba una historia poco conocida de una persona muy conocida. Sin revelar hasta el final el nombre de la persona, deleitaba a los oyentes con su teatral cadencia: «Y ahora ya sabes… el resto de la historia».
Empezar por el último capítulo de una novela de misterio puede ser una mala idea para aquellos a los que les encanta el suspenso de una buena historia. Pero a algunos les gusta más leer un libro si ya saben cómo termina.
Tomás de Aquino fue uno de los defensores de la fe más célebres de la iglesia. Sin embargo, solo tres meses antes de su muerte, algo hizo que dejara sin terminar su Suma teológica, el enorme legado de la obra de su vida. Mientras reflexionaba en el cuerpo roto y la sangre derramada de su Salvador, Aquino declaró tener una visión que lo dejó sin palabras. Dijo: «No puedo escribir más. He visto cosas que hacen que mis escritos parezcan paja».
Una canción publicitaria de la década de 1970 inspiró a toda una generación. Creada como parte de una campaña de Coca Cola, un grupo británico llamado The New Seekers terminó cantando la canción completa que tuvo mucho éxito. Pero muchos no olvidarán jamás la versión original de televisión cantada por jóvenes en la cima de una colina en las afueras de Roma. Por más inocente que fuera, con imágenes de abejas y árboles frutales, nos identificábamos con el deseo del compositor de enseñarle al mundo a cantar con el corazón y la armonía del amor.
Algo sumamente cordial puede suceder cuando dos personas se conocen y descubren que tienen un amigo en común. En lo que podría ser algo memorable, un anfitrión de gran corazón da la bienvenida a un huésped, diciendo: «Encantado de conocerlo. Cualquier amigo de Sam, o de Samanta, es amigo mío».
Augusto César, el primer emperador romano, quiso que lo conocieran como un gobernante de la ley y el orden. Aunque construyó su imperio con el trabajo esclavo, las conquistas militares y los sobornos financieros, restauró una medida de proceso legal y dio a sus ciudadanos a Iustitia, una diosa a la que nuestro sistema actual denomina Dama de la Justicia. También promulgó un censo que llevó a María y José a Belén, para el nacimiento del largamente esperado gobernante cuya grandeza llegaría hasta los confines de la tierra (Miqueas 5:2-4).
Beethoven estaba enojado. Quería llamar a su tercera sinfonía «La Bonaparte», ya que consideraba a Napoleón un héroe del pueblo y defensor de la libertad. Pero cuando el general francés se declaró emperador, Beethoven cambió de opinión. Denunció a su antiguo héroe como canalla y tirano, y borró su nombre de la partitura original.
Durante la edad dorada de la radio, Fred Allen usaba el pesimismo humorístico para hacer sonreír a una generación que vivía en las sombras de la depresión económica y la guerra. Su sentido del humor nació del dolor personal. Perdió a su madre a los tres años, y luego lo separaron de su padre adicto. Una vez, rescató a un joven del tráfico intenso de una calle de Nueva York, diciéndole una frase memorable: «¿Qué te pasa, muchacho? ¿No quieres crecer y tener problemas?».
La antigua Roma tenía su propia versión del «evangelio», la buena noticia. Según el poeta Virgilio, Zeus, el rey de los dioses, había decretado para los romanos un reino sin fronteras. Los dioses habían elegido a Augusto como el hijo divino y salvador del mundo al dar inicio a una era dorada de paz y prosperidad.
Cuando la BBC Music Magazine preguntó a 151 de los principales directores de orquesta del mundo que enumeraran lo que consideraban las 20 sinfonías más maravillosas, la Tercera de Beethoven, Heroica, encabezó la lista. Fue escrita durante la agitación política de la Revolución Francesa, pero también surgió de la propia lucha de Beethoven mientras perdía lentamente la audición. Evoca los vaivenes emocionales extremos de lo que significa ser humano al enfrentar desafíos. Con sus oscilaciones entre felicidad, tristeza y final triunfo, se la considera un tributo inmortal al espíritu humano.